Por Magdalena Aninat, Isidora Fuenzalida, Constanza Meneses
En general, el análisis de la filantropía tiende a enfocarse en los poseedores de grandes patrimonios, empresarios o empresas con gran disponibilidad de recursos financieros. Sin embargo, el aporte voluntario de recursos (de dinero, tiempo o conocimiento) que hacen las personas naturales a organizaciones sociales, es especialmente relevante en una sociedad por dos factores: sus capacidades propias y por el capital social que genera.
La filantropía ciudadana es capaz de articular aportes colectivos de forma dinámica, libre de trabas institucionales o expectativas externas. El limitado alcance que los recursos que un individuo puede tener en términos de impacto, tiene como contrapartida la co-construcción de esfuerzos colectivos rápidos y flexibles. Asimismo, la filantropía ciudadana, libre de relaciones con instituciones propias, es capaz de adherir a organizaciones sociales de trayectoria y relevancia, aportando a la sostenibilidad financiera de organizaciones [1] que más allá del fundador, se constituyen en un bien colectivo. Al mismo tiempo y no de forma excluyente, es capaz de movilizar con alta efectividad micro iniciativas que entregan soluciones necesarias a problemas de alcance limitado (una familia enferma, una comunidad específica), generando redes de apoyo más allá de los vínculos familiares directos, fortaleciendo lo que puede denominarse como empatía social.
Por otra parte, la filantropía ciudadana es especialmente relevante en tanto permite fortalecer la cohesión social, pues pone de manifiesto esta sociabilidad que se interesa por el bienestar del otro, permite construir colaboración y sentido del deber con el prójimo. Estos factores contribuyen a la formación de capital social, elemento necesario para la prosperidad de la economía de mercado (Fukuyama, 1996) y para el funcionamiento de la democracia (Putnam, 1993).
Bajo este prisma, la filantropía que practican los ciudadanos adquiere el mismo grado de relevancia que la que desarrollan otros actores sociales. En este sentido, el estudio Filantropía Ciudadana en Chile [2] desarrollado por el CEFIS UAI permite comprender la visión y práctica de los individuos que, bajo la figura de “socios”, se comprometen con aportes monetarios periódicos —y en algunos casos también voluntariado— destinados a organizaciones sociales que cuentan con el mecanismo que permite ejercer el beneficio tributario asociado a la donación.
A partir de la investigación del CEFIS UAI, fue posible diferenciar tres niveles de práctica: un primer nivel de ejercicio espontáneo y reactivo (entregar una ayuda por una vez en base a solicitudes); un segundo nivel de ejercicio con mayor discernimiento (donde el ciudadano realiza una selección de la organización a la cual donar de forma regular bajo la figura de “socio” o establece un compromiso público y adopta mecanismos de donación inteligente); y un tercer nivel de ejercicio con un alto grado de involucramiento a través de la donación de tiempo o labores especializadas, por medio del voluntariado.
Estos niveles de involucramiento pueden ser representados gráficamente de forma piramidal, como se muestra a continuación.
Figura 1. Pirámide de Participación Filantrópica de la Ciudadanía.
Fuente: Filantropía Ciudadana en Chile. CEFIS 2018.
En base a la figura anterior y a los resultados del mencionado estudio, es posible reflexionar sobre los elementos que permiten que un donante espontáneo dé el paso a ser un socio comprometido, y la necesidad que ello conlleva de abrir los canales para fomentar un involucramiento mayor.
Tal como indica la Figura 1, el mayor número de ciudadanos que participa en filantropía está en el estamento con menor grado de involucramiento, a un nivel reactivo de aportar sólo ante la urgencia de una necesidad, como las catástrofes. El donante que realiza al menos un acto de discernimiento y se compromete con una organización social a través de aportes regulares no es un segmento homogéneo, sino un grupo de individuos diverso. En la toma de decisiones respecto a estos aportes sociales, los individuos superponen tres factores: motivaciones relacionadas con sus valores y la comprensión de su rol ciudadano; la adherencia, interés o empatía hacia ciertas causas sociales, y la selección de ciertas organizaciones sociales sobre otras. Comprender la relevancia de estos tres factores es relevante para construir una red de socios que movilice al individuo desde un estado espontáneo a un nivel de discernimiento y compromiso regular.
En el primer factor el estudio da cuenta que no hay una única motivación mayoritaria que tienen las personas para donar en forma permanente. El acto de comprometerse de manera permanente con organizaciones sociales se relaciona con la autoconciencia de mejores condiciones económicas respecto a otros junto con la empatía, haciendo que la donación a organizaciones sociales por parte de los ciudadanos sea entendida como un acto de retribución social.
Así las principales motivaciones señaladas por los individuos para hacerse socios de organizaciones sociales figuran la conciencia de mayores oportunidades que otras personas (33%) y los valores o convicción religiosa (31%). Con todo, es posible distinguir diferencias de motivaciones según el nivel de ingresos de las personas: los donantes con ingresos más bajos manifiestan hacerlo con el propósito de participar de una iniciativa colectiva en mayor medida que aquellos con ingresos altos, mientras que la conciencia de mayores oportunidades que otros destaca con mayor fuerza dentro del grupo con ingresos más altos.
Gráfico 1. Principal razón para hacerse socio permanente de organizaciones sociales, según rango de ingreso mensual líquido declarado.
Fuente: Filantropía Ciudadana en Chile. CEFIS 2018.
De forma paralela, es interesante notar que los incentivos tributarios no constituyen un eje movilizador para las donaciones ciudadanas. De hecho, su aplicación a partir de la reforma a la Ley 19.885 de Donaciones con Fines Sociales del año 2009 no ha cumplido con el objetivo que buscaba: aumentar el número de donantes y el monto de quienes ya donan. Así, los ciudadanos señalan que los incentivos tributarios no son un factor determinante para concretar sus aportes, muestran un alto desconocimiento del tema e incluso una visión negativa de la franquicia tributaria como un factor contradictorio con la solidaridad, ya sea porque conlleva una reducción de la recaudación fiscal o porque se relaciona a una donación menos desinteresada (CEFIS & Fundación Lealtad Chile, 2017).
En el segundo factor, los intereses o adherencia a ciertos ámbitos sociales específicos se definen por dos tipos de razones principales: unas de tipo personal, vinculadas a los valores e intereses de los ciudadanos, al conocimiento sobre el tema o al hecho de contar con experiencia personal al respecto; y otras de tipo prioridad nacional o regional, asociando el área de trabajo de la organización a la que se dona con una problemática de relevancia o alcance más global que sus intereses o valores propios.
Es posible ver que las razones de relevancia nacional o regional predominan cuando se trata de aportar a organizaciones que trabajan el área de Ciencia y Tecnología (60%), Desarrollo Comunitario (57%), Medioambiente (54%), y Arte y Cultura (54%). En tanto, se observa un desplazamiento hacia razones personales en el caso de las temáticas de Tercera Edad, Pobreza y Discapacidad, donde la asociación con los valores personales supera el 40%. Asimismo, el conocimiento directo de la temática tiene una incidencia mayor a 20% en Pobreza, Salud, Deporte o Vida Sana, y Discapacidad.
Gráfico 2. Razones principales de compromiso con organizaciones sociales, según área de trabajo.
Fuente: Filantropía Ciudadana en Chile. CEFIS 2018.
Por último, el tercer factor surge cuando el individuo selecciona una organización social —en base a su motivación e intereses— y toma en consideración atributos de la entidad. En este factor, el atributo más relevante considerado mayoritariamente por los ciudadanos a la hora de donar es la misión o causa social de la organización (79%), situándose muy por encima el atributo de resultados alcanzados (20%) y la transparencia con que reportan su trabajo (20%).
Gráfico 3. Principales atributos de las organizaciones sociales considerados por las personas al decidir comprometerse de manera permanente.
Fuente: Filantropía Ciudadana en Chile. CEFIS 2018.
Diversos autores destacan que la filantropía no se reduce al aporte monetario sino que incorpora en la donación privada destinada a bienes públicos otros bienes de valor, como son el tiempo, las redes, el conocimiento. En este sentido, la filantropía ciudadana tiene la capacidad de avanzar en la Pirámide de Participación Filantrópica hacia un nivel de involucramiento de la mano de organizaciones sociales que habilitan canales para que ello ocurra.
Si bien las donaciones monetarias son la forma predominante en el país, la ciudadanía la señala como el piso mínimo de los aportes que potencialmente podrían realizar. Con todo, respecto del interés futuro (y conocimiento) sobre otros mecanismos de participación filantrópica, los ciudadanos socios de organizaciones sociales señalan un alto interés en colaborar con organizaciones sociales a través de la donación de objetos materiales, pero poco interesados en colaborar a través de voluntariado, y en la participación en eventos de beneficencia.
Gráfico 4. Interés en colaborar con organizaciones sociales según mecanismo de participación.
Fuente: Filantropía Ciudadana en Chile. CEFIS 2018.
Poner en el horizonte un aumento de los donantes individuales y sus donaciones, obliga a analizar otro tipo de aporte social ciudadano. El voluntariado que permite ejercer la filantropía con un grado mayor de involucramiento, aparece con una alta valoración por parte de los ciudadanos y, sin embargo, una baja implementación. La razón esgrimida por parte de los donantes encuestados en el estudio del CEFIS UAI se relaciona con la falta de disponibilidad de tiempo para dedicar al voluntariado. Esta respuesta se puede entender a que, pese a asignar una alta valoración al voluntariado, existe la percepción que su materialización se encuentra obstaculizada por la falta de tiempo, obligando a la postergación de una filantropía deseada.
Sin embargo, los datos del estudio Sociedad en Acción señalan que las fundaciones y asociaciones convocan solo al 12% del voluntariado total de las organizaciones de la sociedad civil, una cifra baja si se compara con el 86% que canalizan las organizaciones comunitarias fundacionales, juntas de vecinos y uniones comunales, que dan cuenta de una alta disponibilidad de tiempo y participación en organizaciones de base y territoriales. ¿Se trata sólo de falta de tiempo? Es necesario que las organizaciones aborden el reto de hacer que el socio participe de los espacios que abre la organización. Dicho de otro modo, cabe preguntarse si solo se trata de falta de tiempo o de falta de condiciones en las organizaciones sociales (fundaciones y corporaciones) que faciliten estos aportes no monetarios tanto de personas individuales como también de empleados de empresas, que incorporan el voluntariado corporativo como un mecanismo relevante de sus aportes sociales. Existe claridad que el voluntariado exige una estructura que permita que este aporte sea realmente relevante y útil para la organización y a la vez gratificante para quien provee conocimiento y horas de trabajo de manera gratuita de manera de asegurar su compromiso en el tiempo.
La práctica de la filantropía ciudadana genera una contribución bastante única al bienestar social por su capacidad de articulación colectiva, dinámica, y por su relevancia en la articulación de tejido social. Las fuertes redes de socios que tienen varias instituciones en Chile señalan el importante rol que cumplen las organizaciones sociales canalizando este tipo de aportes. En este sentido, cobra especial relevancia reflexionar sobre los factores que permiten potenciar su desarrollo, no solo en cantidad sino en profundidad de compromiso, graficado en el modelo de Pirámide de Participación Filantrópica de la Ciudadanía.
Este modelo piramidal permite comprender que el compromiso de los ciudadanos con una organización en forma regular está mediado tanto por sus motivaciones internas, por sus prioridades en términos de ámbito social, y por la ponderación de atributos de la organización. Contar con una perspectiva integrada de estas variables permite generar lazos y compromisos perdurables con una ciudadanía que ve en las organizaciones sociales un espacio relevante de ejercicio de retribución social y participación colectiva en el bienestar de la sociedad.
Articular o potenciar una red de socios requiere comprender que no existen motivaciones homogéneas, y desarrollar un entendimiento más preciso de los distintos grupos de donantes es el primer paso para abrir una “oferta” de canales de movilización de donaciones individuales más adecuada. Además, es especialmente importante la atracción de las nuevas generaciones, que se ha estudiado que no solo dispondrá de mayores recursos económicos y mayor conciencia de los desafíos sociales y medioambientales (Deloitte, 2013), sino también una mayor orientación a resultados concretos en plazos más acotados (Machado, 2011). Y en este proceso facilitador el conocimiento y facilidad de uso del sistema de incentivo de donaciones tributarias a las personas naturales también es un elemento relevante para potenciar la filantropía ciudadana. Se hace necesario revisar estos mecanismos para que se constituyan en una política pública efectiva de incentivo a donaciones regulares de personas naturales, siempre atendiendo a que el costo fiscal sea menor que la recaudación lograda por las organizaciones sociales, lo que sucede siempre y cuando el mecanismo sea efectivo en su incentivo a donar (Gerald E. Auten et al., 1992; Joulfaian, 2000 en Centro de Políticas Públicas UC, 2017).
Asimismo, movilizar a los ciudadanos hacia una participación mayor a niveles más altos de la pirámide de participación requiere una visión estratégica de las organizaciones sociales. Canalizar lo que se declara con alto valor —la participación activa y de tiempo— permite dar consistencia a esta participación en la construcción de un bienestar colectivo.
[1] De hecho tanto para la Fundación Las Rosas como para el Hogar de Cristo las donaciones ciudadanas representan un 40% de su financiamiento.
[2] En su estudio, el CEFIS UAI contempló organizaciones sociales que acogían sus proyectos a beneficios tributarios y que entregan certificado de donación, considerando a ciudadanos que realizan aportes de carácter permanente (aporte mensual) o de carácter participativo. Para su realización se encuestó a 3.045 personas y se realizaron 5 focus group con socios del Hogar de Cristo, Fundación Las Rosas y Fundación América Solidaria, instituciones que cuentan con una amplia red de socios que aportan un porcentaje relevante del presupuesto anual de estas organizaciones, y cuentan además con el proceso de beneficios tributarios para donantes individuales que establece la ley de donaciones con fines sociales.
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Centro Políticas Públicas UC (2017). Sociedad en Acción: Construyendo Chile desde las organizaciones de la sociedad civil. Santiago de Chile: Centro Políticas Públicas UC.
Deloitte (2013). Millennial Innovation Survey.
Fukuyama, Francis (1996). Confianza. Buenos Aires: Editorial Atlántida.
Machado, R. (2011-14-06). Observaciones sobre la generación Y. Rescatado de Espacio Ejecutivo – La Tercera: http://blog.latercera.com/blog/rmachado/entry/observaciones_sobre_la_generaci%C3%B3n_y
Putnam, Robert (1993). Making Democracy Work: Civic Tradition in Modern Italy. Princeton, Princeton University Press.